ARTÍCULO RETIRADO DE LA
VERSIÓN DIGITAL DE LA VANGUARDIA.
"Auto suicidio ", de Xavier Sala i Martín en La Vanguardia 17-06-2.012
A ver. Pensemos...
Si el peor enemigo de un país diseñara un plan
para destruir su economía, ¿qué haría? Pues supongo que intentaría desacreditar
sus instituciones más importantes para sembrar la desconfianza entre los
ciudadanos y que estos dejaran de consumir e invertir.
La estrategia podría empezar por desprestigiar a
la primera autoridad (sea rey o presidente de la república) llevándole a
cazar elefantes con una señorita alemana. En medio de la cacería le obligaría a
resbalar y a romperse la cadera para que tuviera que volver
urgentemente a su país. Así todo el mundo vería cómo se gasta decenas de miles de
euros en un momento en que sus conciudadanos se hunden en la miseria.
Para rematar la faena, forzaría a un familiar
próximo (por ejemplo, un yerno) a apropiarse de millones de euros
explotando su influencia y luego expondría sus travesuras a la luz pública. Es
importante empezar sembrando dudas sobre la conveniencia de mantener en el
poder a la primera familia del país.
A continuación exigiría a los miembros del
Parlamento que siguieran una regla simple: “Vota siempre lo contrario de tu
adversario incluso cuando tiene razón e incluso cuando propone lo mismo que
proponías tu en la anterior legislatura”.
Es crucial que la ciudadanía pierda la confianza
en su clase política.
Seguiría con los más altos órganos del poder
judicial. Por ejemplo, haría que el presidente del Tribunal Supremo y del
Consejo General del Poder Judicial se gastara dinero público para pasar fines
de semana románticos en la Costa del Sol con su chófer (masculino). Una vez
malversado el dinero filtraría las facturas para desatar el escándalo y, acto
seguido, haría que los jueces compañeros pusieran trabas a la investigación
para proteger a su amigo.
Intentaría que eso pasara justo en el momento en
que alcaldes, presidentes de comunidades y parlamentos y altos cargos de las
administraciones del Estado están siendo juzgados por corrupción… ¡por esos
mismos tribunales! La desconfianza en la justicia es el mecanismo más seguro
para hundir a un país.
Una vez desacreditado el jefe del Estado, las
altas esferas de la política y la justicia, iría a por las élites económicas. Aquí
se podría lanzar un ataque contra uno de los empresarios más prestigiosos del
país, posiblemente un banquero, destapando unas cuentas con miles de millones
de euros en Suiza y, una vez destapado, haría que el Gobierno no le castigara. Además,
indultaría a uno de sus altos ejecutivos previamente condenado por sentencia
firme (SANTANDER).
El siguiente paso consistiría en dilapidar miles
de millones de euros de dinero público para evitar la quiebra de unos bancos y
cajas por amigos, parientes y correligionarios políticos. Y lo haría justo en
el momento de pedir sacrificios y recortes de miles de millones a los
ciudadanos. Es esencial que la gente confunda libre mercado con amiguismo
incestuoso entre poder empresarial y político.
Sin abandonar el terreno económico, obligaría al
Banco Central y a la Comisión Nacional del Mercado de Valores a autorizar la
salida a bolsa de uno de los mayores Bankios del país, a sabiendas de
que estaba arruinado. Eso haría que miles de ciudadanos perdieran sus ahorros
comprando acciones de una empresa que ya estaba muerta antes de nacer.
Para hundir a un país, hay que conseguir que la
gente de a pie pierda sus ahorros y que las entidades supervisoras que (en
teoría) les protegen, contribuyan a su ruina.
Y finalmente, pondría a un gobierno incompetente
a la hora de gestionar problemas económicos. De hecho, lo haría durante dos
legislaturas seguidas y con partido distinto en cada una de ellas. Eso
demostraría que la incompetencia no es de un solo partido sino de la clase
política en su conjunto.
Los sucesivos gobiernos negarían las crisis
económicas y echarían la culpa de todo a los extranjeros malignos.
Como traca final, haría que las autoridades
europeas rescataran al sistema bancario del país y obligaría al presidente del
Gobierno a negar repetidamente que se trata de un rescate. También le forzaría
a mentir argumentando que el rescate no tiene condiciones (o sólo “condiciones
favorables”), cosa que los mismos europeos negarían unas horas más tarde. Eso
refrescaría la memoria de todos, recordándoles que quienes mandan son
los mismos que mintieron con los “hilillos de plastelina” y las “dos vías de
investigación”.
Es más, cuando la sociedad pidiera la
comparecencia del presidente ante el Parlamento para dar explicaciones, le
obligaría a decir (sin que se le escapara la risa) que su agenda internacional
está tan llena que no hay tiempo para ir al Parlamento… y acto seguido cogería
una avión oficial y me lo llevaría a ver un partido de fútbol con cargo al
contribuyente. La mofa y el escarnio llegarían a todos los rincones del
planeta: “You say tomato, I say bailout”.
Esa sería la puya final
ya que, unida al desprestigio de todas las grandes instituciones del país,
eliminaría toda esperanza de salir del profundo agujero. Los ánimos de la
ciudadanía se hundirían, por fin, en la más profunda depresión.
Y ese sería el plan que
diseñaría el peor enemigo de uno.
¡Sí! Ya sé que es tan
retorcido, maquiavélico y exagerado que parece improbable que nadie nunca lo
pueda llevar a cabo…
Xavier Sala i Martín,
Universidad de Columbia, UPF i Fundació Umbele.
Menos mal que este gran
relato lo publicó su autor el pasado mes de junio. Si lo hubiera publicado hoy,
tras las medidas anunciadas ayer en el Congreso de los Diputados por el Presidente del Gobierno Mariano
Rajoy (portavoz de yo qué sé quien de la troika alemana de los mercados
del euro-grupo mundial que mueve nuestro hilos), mientras la bancada de diputados del PP reía y aplaudía, nos hubiera parecido una
película de ciencia ficción de serie D.
Curiosamente leyéndolo,
me ha venido a la cabeza el chiste ese del preso al que estando en la
cárcel, poco a poco se le fueron gangrenando uno a uno (y
le fueron amputando y enterrando en el cementerio de su pueblo) todos y cada
uno de los miembros del cuerpo, y al que el director de la prisión preguntó: - ¿Tú no te estarás escapando poco a poco
hijo puta?
Sólo un pero. Esto no es un autosuicidio. ¡Es qué nos están suicidando!
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